Monday, October 31, 2005

Correcciones al modelo económico



En mi columna del martes 25 de octubre traté de hilar algunas reflexiones acerca de la verdadera factibilidad de implantar en un país dado modelos económicos exitosos, como el finlandés, sin considerar las variables culturales que inciden de manera decisiva en el éxito.


Leo en alguna parte sobre las bienaventuranzas del modelo económico y social finlandés. Una verdadera utopía hecha realidad sobre la tierra. Utopía, según Quevedo, citado por Borges, significa "no hay tal lugar"; pues bien, parece que sí lo hay.

Todo indica que estos finlandeses no la han tenido fácil y que su actual bonanza les ha costado sangre, sudor y lágrimas. Quienes se quejan de la dureza del clima de su terruño deberían experimentar un invierno como el finlandés. En el norte del país, la nieve forma parte del paisaje desde octubre hasta mayo; en el brevísimo verano, en cambio, hay hasta 16 horas de luz. Por otro lado, sólo el colapso de los socialismos reales logró sacarles de encima el hostigamiento ruso.

La clave parece estar en el énfasis en la educación. En lo tocante a desahogo económico y prestigio social, no hay gran diferencia entre un gerente de empresa y un profesor de colegio. Todos los establecimientos secundarios, terciarios y superiores son de calidad (y gratuitos). Hay otro dato no menos relevante, que figura año tras año en los estudios e índices elaborados por la World Press Asociación: Finlandia es uno de los países en que más se lee, sobre todo prensa. Es el paraíso de los diarios, el único lugar del mundo donde la televisión no acapara la inversión públicitaria. Claro, la gente lee porque su nivel educacional es alto. Son relaciones de causalidad elementales, archisabidas, que aquí en Chile olvidamos con demasiada facilidad.

Si no me engaño, en algún momento, tal vez después de una visita oficial, ya no recuerdo, el Presidente Lagos se mostró entusiasmado con el modelo finlandés y esbozó algo -no demasiado concreto- que podría interpretarse como la intención de tomar dicho sistema como inspiración para el nuestro.

Suena fácil. Tan fácil como las promesas tipo ofertón que, en un estilo que huele a naftalina electoralista, se escucharon, financiamiento incluido, en el último debate presidencial.

Los dos o tres meses previos a una elección tan importante como la que se avecina constituyen una etapa delicada. Las candidaturas entran en tierra derecha, y quienes todavía se toman la molestia de ejercer su derecho a voto comienzan a poner las cosas en la balanza para preparar su opción. Yo diría que el electorado se vuelve vulnerable en extremo a las promesas y a la palabrería proyectiva.

En el momento de la verdad el tema es uno sólo: el cambio económico y social y quién parece más apto para hacerlo realidad y transformar a Chile en, por ejemplo, la Finlandia sudamericana.

Me temo que por ahora nadie podría lograrlo.

No basta un programa presidencial para ser como Finlandia, Nueva Zelanda, Irlanda o cualquier otro país que nos deslumbre por su desarrollo y empuje. Contrariamente a lo que se suele oír, hay muchas maneras de llegar a la meta, y cada país elige la que le acomoda más. Se requiere, antes que nada, un cambio cultural profundo, espontáneo, una toma de conciencia masiva respecto de lo urgente y de lo socialmente deseable.

Pero no todo está perdido. En el aire flota, por ejemplo, el tema de la distribución del ingreso. Nadie lo puso en la agenda. Apareció sólo, por la fuerza de las realidades. Es un comienzo, acaso el primer síntoma de una inflexión histórica inevitable. Ojalá los candidatos tomen nota de ello.

Wednesday, October 19, 2005

La farandulización como fenómeno comunicacional


Esta es mi más reciente columna, publicada este martes 18 de octubre en diario El Sur. Ruego disculpar el localismo de algunos asuntos.

Sería interesante conocer el contenido, la naturaleza y las cláusulas más corrientes de los contratos (formales o implícitos, protocolizados o puremantre verbales) que suscriben los “profesionales” de aquello que llamamos “farándula”.

Nadie podría negar que estamos frente a una actividad real, remunerada. Me pregunto qué pondrán en su Iniciación de Actividades, en el campo “profesión u oficio”, figuras que hasta le fecha no han mostrado ninguna habilidad o destreza concreta, aparte de ser “ex novia de zutano” o “segunda esposa de mengano”, sin olvidar, claro, el antiguo y siempre redituable arte de la calumnia. ¿En qué tramo impositivo estarán?

La gente que legítimamente consume chismografía entiende bastante bien cuales son los derechos y obligaciones de los famosetes faranduleros. Y es por eso que a esas hambrientas y fieles audiencias les molestan tanto las quejas lastimeras de aquellos que venden diariamente su intimidad al mejor postor y, aún así, de pronto comienzan a lloriquear por el “acoso” de la prensa, que insiste machaconamente en temas incómodos.

Pocos sospechan siquiera el poder que confiere sobre el prójimo la fama mediática.

Hace algunas semanas, en una exclusiva discotheque de Nueva York, un tipo cualquiera se hizo pasar por Mick Jagger, no teniendo, dicho sea de paso, ni el más remoto parecido físico con el envejecido líder de los Rolling Stones. Cuando, después de mucho rato, los encargados de seguridad se dieron cuenta del engaño, encontraron al impostor encerrado en el baño con tres modelos.

¿Qué tipo de hipnosis colectiva desencadena la fama, incluso la fama por sí sola, desprovista de cualquier atributo causal, como buena voz, fotogenia o talento para escribir? Difícil saberlo. Sólo hay que atenerse a los hechos: los famosos tal vez ya no pueden ir tranquilos al cine, y es muy probable que tengan que lidiar constantemente con gente indeseable que los interpela y se les acerca en los lugares y momentos más inadecuados.

Pero, sin duda, gozan de privilegios superiores aun a los de esas niñas bonitas que por su valor estético entran gratis en tanto pub de moda. Es fácil imaginarse la escena: “Perdón, ¿usted no es Fulano de Tal? ¡Como se le ocurre que le voy a cobrar la cuenta! La casa invita, y por favor vuelva a visitarnos”.

Por todo lo anterior, entiendo la indignación colectiva que han suscitado las “travesuras” automovilísticas del miembro de CQC Pablo Mackenna. Más de alguien ha dicho que en la consideración predominantemente negativa del caso ha operado un cierto resentimiento de clase. Es posible: el presunto “poeta” es un tipo claramente ABC1, y, pese a sus problemas legales, puede darse el lujo de descansar a plazo indefinido y combatir la dipsomanía en la cordillera. A la gente le molesta ver a un tipo mimado por la vida y por la farándula creerse tan importante como para derrumbarse en público.

Lo más triste de todo fue ver a uno de los psiquiatras más brillantes del país, traductor de Rilke, el doctor Otto Dörr, mancharse con este fango frívolo al salir en defensa de su sobrino y pedir comprensión para él.

Explicó que Mackenna es superdotado (¡¿?!) y que por ello está un poco confundido en la vida.

Tendremos que creerle.

Tuesday, October 04, 2005

El futuro de los diarios impresos


Escribí este ensayo el año 2003, y algunas cosas tal vez ya estén atrasadas o superadas. De todas maneras, creo que, más allá de los datos de última hora, la cuestión de fondo encierra no poco interés. Trataré de actualizarlo un poco con algunas "notas a pié de página".

Hay inquietud en el negocio (otrora titánico, pero todavía considerable) de los medios de comunicación escritos. Especialmente, en el mundo de los diarios de papel. Tras cotidianas reuniones en la WAN y otras instancias gremiales, los zares y demiurgos de la noticia impresa han tenido que rendirse a la evidencia. Gert Finkbeiner, CEO de Man Roland, lo dijo hace poco con inmejorable elocuencia: “Hemos llegado a un punto en que el cambio y la reorientación son cuestiones de supervivencia”.

La crisis de la industria de los diarios comenzó (o, más exactamente, se agudizó) con el deterioro de la economía mundial, luego de algunos años de boom; la recesión tuvo, de hecho, un efecto especialmente nefasto en el avisaje y en la circulación. Pero ello es solo un marco circunstancial, que no explica todo. Las razones profundas de la crisis tienen que ver, entre muchos otros fenómenos, hechos y variables, que más adelante revisaremos, con algo que provisionalmente podríamos denominar “obsolescencia del soporte”.

El papel, según parece, está perdiendo terreno. Y no es extraño, ya que tiene muchos enemigos. Los ecologistas, por ejemplo, que no trepidarían en sacrificar la cultura al bienestar del los árboles. Y otro opositor aún más temible: Bill Gates. El presidente de Microsoft visitó el año pasado la Real Academia Española, y en su discurso no tuvo ningún pudor en asegurar que no descansará hasta que el papel impreso desaparezca. Uno de sus ejecutivos, Dick Brass, citado en un artículo reciente, fue aún más explícito. Aseguró que el e-book reemplazará a los diarios y a las revistas, y vaticinó, en las barbas mismas de Arthur Sulzberger Jr., que la última edición impresa del New York Times aparecerá en año 2018.

El sentido común vislumbra una amenaza principal (que ciertamente no es la única): el periodismo on line en la Internet. El temor puede ser justificado, pero no debemos olvidar algo: la gente y los “expertos” llevan décadas pronosticando la desaparición de los diarios; primero, cuando apareció la radio, y luego, cuando surgió la televisión. Y los diarios todavía siguen en pie.

Lo cierto es que nadie tiene, en esto, una bola de cristal para predecir el futuro. Solo cabe hacer algunas apuestas bien fundadas. Algunos notables de la industria se la juegan por la supervivencia del diario impreso, tal vez con un formato distinto, más delgado y con menos páginas. Otros vaticinan su desaparición total. Más razonable suena la posición intermedia y alerta de W Dean Stanton, vicepresidente y CEO de Media News: “Es hora de cambiar, no de replegarse. Tengo la certeza de que las ventajas de la web están ahí, esperando que descubramos los modelos para aprovecharlas”.

Hay, sin embargo, tendencias que se pueden apreciar a simple vista. Por ejemplo, que el modelo de diario de información general está perdiendo terreno y vigencia, en beneficio de medios más personalizados y con agenda propia. Todavía el nivel de compra de los diarios generales es importante, pero en algunos países como Inglaterra cierran periódicos con un millón de ejemplares de venta, como el Morning Star. Definitivamente, algo está pasando.

El periodista e historiador español Miguel Angel Bastenier sostiene que en estos tiempos comprar un diario es un ejercicio suntuario, y vaticina que en 25 años sólo sobrevivirán dos tipos de publicación: Los diarios perspectivistas, que tratan de explicar el mundo al mundo (Folha de Sao Paulo y Le Monde son dos ejemplos) y los diarios de proximidad, también llamados regionales, aquellos que cuentan lo que ocurre a 50 kilómetros a la redonda. “En Colombia, los periódicos de provincia no se han enterado de esta situación y siguen publicando noticias internacionales que no interesan al lector”, comenta con sorna peninsular Bastenier.

En un cuarto de siglo los diarios no serán iguales y el oficio de periodista no existirá como lo entendemos hoy. Incluso es posible que desaparezca. Eso cree, al menos, el director de Le Monde Diplomatique, Ignacio Ramonet. “Los periodistas están en vías de extinción, el sistema no los necesita más. En este momento puede funcionar sin ellos o, digamos, reducidos a meros obreros de una cadena de montaje como Charlot en la película Tiempos Modernos. Se está produciendo una taylorización del trabajo de los periodistas”.

Ramonet ha hecho un certero análisis del contexto en que se está dando la agonía de los diarios. Plantea que asistimos a una doble revolución, de índole económica y tecnológica. Hasta ahora podían distinguirse tres esferas independientes: la cultura, la información y las comunicaciones. Pero hoy las comunicaciones están absorbiendo la cultura y la información. ¿Una prueba? Actualmente sólo existen la cultura de masas y la información de masas. Funcionan con la lógica de las comunicaciones.

La información, sostiene Ramonet, solía ser escasa; hoy es superabundante. También, solía estar sujeta a criterios cívicos y éticos; hoy es sólo una mercancía, sometida a la ley de la oferta y la demanda. Finalmente, la información, que tenía un ritmo parsimonioso, es ahora extremadamente rápida. Esto último es cardinal. La rapidez de la información corresponde a la necesidad de la instantaneidad. Tradicionalmente, el periodismo tenía una estructura triangular: el acontecimiento, el intermediario (el periodista) y el ciudadano. La instantaneidad ha roto ese triángulo. El espejo ha sido reemplazado por un cristal transparente. La televisión, por ejemplo, intenta poner al ciudadano en contacto directo con el acontecimiento. No se necesitaría un intermediario, porque la mejor manera de informarse seria convertirse en testigo. “El nuevo sistema da por buena la siguiente ecuación: ver es comprender”.

La revolución tecnológica, dice Ramonet, es fundamentalmente numérica (otros dirían “digital”). Había tres sistemas distintos de signos: el texto impreso, el sonido de la radio y la imagen. Hoy estos sistemas de signos convergen y se refunden en uno nuevo y totalizador, expresándose en forma de “byte”. Ahí comienza a complicarse todo para los diarios.
Gerd Finkbeiner, CEO de Man Roland, postula que nuestra visión tradicional del mundo ya no refleja la realidad. “El hombre ya no orbita las máquinas; son las máquinas las que orbitan al hombre”.

Principales tendencias

Los mass media tradicionales, entre ellos los diarios, han perdido terreno en un mercado altamente fragmentado por la multiplicación vertiginosa de canales de cable, páginas web y blogs. En este escenario surge una palabra que ya empieza a ser repetida como un mantra por los altos ejecutivos de las empresas periodísticas: “Convergencia”.

La “convergencia” es el antídoto para la fragmentación, y tal vez un nuevo paradigma para la industria periodística. La convergencia, sin embargo, pasa forzosamente por la concentración de la propiedad de los medios, cosa que en algunos países no está permitida.

“Si vamos a definirnos por nuestra historia, entonces merecemos quedar fuera del negocio”, asevera Arthur Sulzberger, presidente del New York Times, empresa que ya ha hecho algunos significativos movimientos en dirección a una futura plataforma multimedial (por ejemplo, la compra del 15 por ciento de las acciones del equipo de baseball Red Socks de Boston, paquete que incluye una considerable tajada del canal de cable New England Sports Networks).

En ingles, “diario” se dice “newspaper”, palabra formada por dos voces: “news” (noticias) y “paper” (papel). Sulzberger afirma que el negocio de los diarios ya no se define, como antes, por la segunda palabra, “paper”, sino por la primera, “news”. ¿Que la última edición del Times será en el 2018? “No me importa”, retruca Sulzberger: “Nosotros seguiremos siendo la mayor fuente de noticias e información de Estados Unidos y tal vez del mundo. Lo haremos en la web, en la televisión, en el papel impreso”.

La convergencia supone una sala de redacción común, multimedial, y periodistas capacitados para informar en los distintos soportes disponibles. En Dinamarca y Finlandia (países donde los diarios tienen elevadísimos índices de venta, publicidad y lectura) se están conduciendo algunos experimentos de convergencia, centrados en el entrenamiento de periodistas que produzcan notas para prensa escrita, radio, televisión y web. La idea es capacitar en estas nuevas habilidades pero no aumentar el staff.

En los foros y congresos de diarios de todo el mundo ha comenzado a abrirse camino la noción de que para sobrevivir también es necesario captar nuevos públicos lectores, especialmente los jóvenes. Diarios tan importantes como el Yomiuri Shimbun de Japón (14 millones de ejemplares, la mayor circulación del mundo) están ensayando todas las estrategias posibles para resultar relevante a este cotizado segmento. Se sabe que en casi todas partes los adultos jóvenes no son grandes lectores de diarios, y que prefieren los dispositivos electrónicos.

La apuesta de algunas empresas periodísticas es sacar al mercado diarios gratuitos. Estos han funcionado bien en los últimos años, sobre todo conquistando el segmento juvenil. Los diarios gratuitos mantienen encendida la antorcha del periodismo impreso, pero, curiosamente, han resultado ser uno de los principales enemigos de los diarios tradicionales. Miguel Angel Jimeno, periodista español y catedrático de la Universidad de Navarra, asegura que los diarios gratuitos son el único obstáculo para el crecimiento de El País tanto en Madrid como en Barcerlona. No le roban lectores, sino que le impiden captar otros nuevos.

Muchos creen que una de las claves para sobrevivir en el futuro es que los diarios pongan en el centro de sus esfuerzos las necesidades y preferencias del lector y de los avisadores. En otras palabras, la filosofía del CMR. En general, del total de páginas de un diario solo se lee un 15%. Saber qué quieren los lectores, qué necesitan, qué les resulta útil, cuanto están dispuestos a pagar, puede aumentar ese porcentaje y amoldar más a la demanda el trabajo de los periodistas.

Las empresas periodísticas llevan años realizando cambios visuales y de diseño a sus diarios, para que resulten más fáciles de manejar y de leer. Mario García, cuyo equipo de consultores acaba de rediseñar el Wall Street Jornal, sostiene que los diarios de papel seguirán jugando un rol fundamental en nuestras vidas, pero serán más pequeños y delgados. “No me sorprendería que en el futuro la mayoría de diarios se vuelvan tabloides o incluso tamaño A4”.

Esta disminución de tamaño y grosor implica, además, menor cantidad de texto y predominio de fotos e infografías. Sin embargo, hay importantes experiencias en sentido contrario. El USA Today, por ejemplo, apostó a recuperar el texto como esencia de la prensa escrita. “El cambio se hizo no solo porque no tiene sentido competir visualmente con la televisión, ni con las webs de noticias –explica su directora, Karen Jurgensen-, sino también porque en la industria de la información el diario no tiene sentido si no explica y analiza a fondo los problemas socioeconómicos que afectan directamente la vida de los lectores”.

Un futuro posible

Discutir la situación actual de los diarios y sus desafíos más urgentes supone peligrosas pero inevitables generalizaciones. No es lo mismo hablar de un diario de Nueva Inglaterra que de un vespertino de Sudáfrica, donde la labor periodística se ve amenazada, entre otras cosas, por en analfabetismo, la falta de profesionales y el sida.

Una encuesta de la consultora Innovation (Nueva York) realizada en 33 países reveló que la circulación, distribución y publicidad seguirán siendo, en los próximos años, los principales desafíos de los diarios de papel. Junto con esto, será necesario captar nuevo público lector (especialmente juvenil, como ya se dijo) y procurar que las páginas web de los respectivos diarios (que están teniendo interesantes niveles de audiencia) resulten rentables.

La futurología de esta encuesta no va más allá de 10 años. En ese período, los entrevistados no creen que el papel sea sustituido por algún “exótico” dispositivo electrónico, y mucho menos que, en el caso de darse algún nivel de convergencia, las redacciones de los periódicos se fusionen con otras, volviéndose multimediales. La mitad de los que respondieron prevén una pérdida del share de publicidad, y más de la mitad cree que los diarios de papel disminuirán su número en el mundo.

Mientras algunos medios on line se debaten entre cobrar o no por sus contenidos, ya se discuten, en varios foros tecnológicos, la viabilidad de ciertos dispositivos que podrían mandar el papel, y tal vez los mismos computadores personales conectados a Internet, al baúl de los recuerdos.

Desde hace años se estudia la alternativa del “Tablet Newspaper” como una forma de superar las limitaciones e incomodidades de los webs de noticias. Es una suerte de panel rectangular muy liviano, con una resolución cercana al papel impreso, que puede desplegar texto, video y audio. Tiene, además, aplicaciones de e-mail y otras, según los servicios afines que vayan apareciendo.

Otra alternativa que se baraja, y que en parte ya se ha impuesto, es la telefonía móvil. RickBrown, vicepresidente de expansión de negocios de Telenor (Noruega), plantea el asunto con agresividad. No le interesa incursionar en el negocio periodístico. Son los diarios los que deben incursionar en su negocio. La idea es ofrecer a los usuarios una conectividad entre los teléfonos móviles y los diarios, con información breve pero constantemente actualizada.

Ejemplos de desarrollos posibles hay muchos, y aparecen otros nuevos todos los días. El destino de los mismos es impredecible. Como señala Terence Edwin Dogson de Samsung Electronics, “nosotros podemos diseñar la tecnología, pero si no hay nadie que muestre algo interesante en ella, el fracaso va a ser absoluto”. El profesor canadiense Gaetan Tremblay lo explica en una prosa más armoniosa: “La historia nos enseña que los usos de una nueva tecnología de comunicación se construyen lentamente e implican una serie de factores cuyas características técnicas constituyen sólo un elemento. Los usos resultan de un largo proceso de construcción social y a menudo reservan sorpresas a los iniciadores de la oferta”.

El futuro despejará nuestras dudas. Más allá del soporte que se imponga en esta lucha casi darwiniana, hacemos nuestras las palabras expresadas por Dean Singleton, CEO de Media News Group, en el Congreso Mundial de Diarios Dublín 2003: “Nosotros creemos, y lo estamos probando, que no tenemos que aceptar la declinación de la lectura como un ‘hecho de la vida’ en el nuevo mundo de las comunicaciones”.

Internet será el medio de medios


Todas las semanas, desde hace bastante tiempo, escribo una columna en Diario El Sur. Abordo temas de actualidad a la luz de mis lecturas y reflexiones. Esta es la más reciente.


Entonces vi el Aleph”.

Los lectores de Borges recordarán ese momento central de su más famoso cuento (momento central, además, de la literatura occidental). El protagonista del relato, tumbado en un sótano oscuro, ve primero una lucecita de dos centímetros de diámetro: el punto denominado Aleph. A los pocos segundos, tiene una curiosa experiencia espacio-temporal; percibe que en esa “pequeña esfera tornasolada, de casi intolerable fulgor”, está el espacio cósmico entero, sin disminución, con todo lo que hay dentro. De manera simultánea ve todo lo que es, ha sido y, tal vez, será. Desde océanos incesantes, agitados, hasta las cartas obscenas, “precisas”, escritas por una mujer muerta a la que ha idealizado.

Traigo a colación el Aleph porque hace algunos días, en un taller de blogs, escuché a un expositor usarlo como metáfora de internet, mejor dicho, de lo que puede llegar a ser internet cuando la banda ancha quintuplique su capacidad y se democratice. Al final, es posible que internet se erija en “el” medio que encerrará en su misterioso torrente a todos los demás medios, entregándonos aquellos servicios (TV cable, telefonía, etc.) que ahora recibimos y pagamos separadamente. Será interesante ver aquello.

Tal vez ya lo estamos viendo. Hay empresas que se han pasado a la telefonía IP para bajar costos. Ni hablar de las multitudes imparables que -sin perjuicio del complejo tema del derecho de autor- descargan archivos de sonido y video. Cada día son menos los libros que no se pueden encontrar digitalizados en algún rincón de la red. Todo esto tiene implicancias legales y morales, claro está. Yo sólo señalo realidades, a las que, tarde o temprano, ciertas industrias tendrán que adaptarse.

Tengo para mí que el Aleph no es internet sino la digitalización. El universo, los elementos, las imágenes y la memoria colectiva están siendo digitalizados a toda velocidad. Desde cierta óptica, el fenómeno puede ser visto como una pesadilla al estilo de la desacreditada “Matrix”.

Personalmente, no me preocupo. Sólo saboreo los ubérrimos frutos de lo digital. Pongo un ejemplo. Amo la lectura y hay ciertos autores chilenos antiguos a cuyos textos no se tiene un acceso fácil. Pues bien, he encontrado justo lo que andaba buscando: un sitio de la Dirección de Bibliotecas y Archivos con material precioso y abundante. Hablo de leer el primer ejemplar de la Aurora de Chile, una vieja crónica literaria publicada por Ricardo Latcham o el libro de memorias de esa remota “Shade” de la que se enamoró platónicamente Alone.

Para nosotros, un sitio semejante es particularmente importante, porque somos un país sin memoria, que de tanto soñar con el futuro se olvidó del pasado. Otros estuvieron antes que nosotros, y algunos dejaron su huella escribiendo, y los hemos olvidado por completo. No hay identidad nacional que resista tamaña omisión. Hay que esperar. Algún día todo estará disponible, incluso la biblioteca del Vaticano. No hay fuerza en el mundo que pueda evitarlo.