Tuesday, October 04, 2005

Internet será el medio de medios


Todas las semanas, desde hace bastante tiempo, escribo una columna en Diario El Sur. Abordo temas de actualidad a la luz de mis lecturas y reflexiones. Esta es la más reciente.


Entonces vi el Aleph”.

Los lectores de Borges recordarán ese momento central de su más famoso cuento (momento central, además, de la literatura occidental). El protagonista del relato, tumbado en un sótano oscuro, ve primero una lucecita de dos centímetros de diámetro: el punto denominado Aleph. A los pocos segundos, tiene una curiosa experiencia espacio-temporal; percibe que en esa “pequeña esfera tornasolada, de casi intolerable fulgor”, está el espacio cósmico entero, sin disminución, con todo lo que hay dentro. De manera simultánea ve todo lo que es, ha sido y, tal vez, será. Desde océanos incesantes, agitados, hasta las cartas obscenas, “precisas”, escritas por una mujer muerta a la que ha idealizado.

Traigo a colación el Aleph porque hace algunos días, en un taller de blogs, escuché a un expositor usarlo como metáfora de internet, mejor dicho, de lo que puede llegar a ser internet cuando la banda ancha quintuplique su capacidad y se democratice. Al final, es posible que internet se erija en “el” medio que encerrará en su misterioso torrente a todos los demás medios, entregándonos aquellos servicios (TV cable, telefonía, etc.) que ahora recibimos y pagamos separadamente. Será interesante ver aquello.

Tal vez ya lo estamos viendo. Hay empresas que se han pasado a la telefonía IP para bajar costos. Ni hablar de las multitudes imparables que -sin perjuicio del complejo tema del derecho de autor- descargan archivos de sonido y video. Cada día son menos los libros que no se pueden encontrar digitalizados en algún rincón de la red. Todo esto tiene implicancias legales y morales, claro está. Yo sólo señalo realidades, a las que, tarde o temprano, ciertas industrias tendrán que adaptarse.

Tengo para mí que el Aleph no es internet sino la digitalización. El universo, los elementos, las imágenes y la memoria colectiva están siendo digitalizados a toda velocidad. Desde cierta óptica, el fenómeno puede ser visto como una pesadilla al estilo de la desacreditada “Matrix”.

Personalmente, no me preocupo. Sólo saboreo los ubérrimos frutos de lo digital. Pongo un ejemplo. Amo la lectura y hay ciertos autores chilenos antiguos a cuyos textos no se tiene un acceso fácil. Pues bien, he encontrado justo lo que andaba buscando: un sitio de la Dirección de Bibliotecas y Archivos con material precioso y abundante. Hablo de leer el primer ejemplar de la Aurora de Chile, una vieja crónica literaria publicada por Ricardo Latcham o el libro de memorias de esa remota “Shade” de la que se enamoró platónicamente Alone.

Para nosotros, un sitio semejante es particularmente importante, porque somos un país sin memoria, que de tanto soñar con el futuro se olvidó del pasado. Otros estuvieron antes que nosotros, y algunos dejaron su huella escribiendo, y los hemos olvidado por completo. No hay identidad nacional que resista tamaña omisión. Hay que esperar. Algún día todo estará disponible, incluso la biblioteca del Vaticano. No hay fuerza en el mundo que pueda evitarlo.

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