Tuesday, March 14, 2006

El espía imperfecto

Publicado en El Sur el 18 de febrero de 2006

Después de ver "El jardinero fiel" -la estremecedora adaptación cinematográfica de la novela de John Le Carré- cabe preguntarse si no se ha producido ya un encuentro definitivo, ético y estético, entre la ficción y la no ficción. Las fisuras en el estatuto de ambos registros tal vez las provocó Truman Capote con "A sangre fría", obra señera cuya génesis dolorosa se recrea en un filme que ojalá nuestra oligofrénica cartelera no omita criminalmente, como suele hacer con casi todo lo que vale la pena.

Le Carré es el maestro indiscutido del género de espionaje y uno de los mejores prosistas ingleses (el aserto de seguro espantaría a la mayoría de los prejuiciosos críticos criollos, de sensibilidad estereotipada). "El jardinero fiel" no es su novela más lograda, pero sí la más furibunda. Mi punto es que perfectamente pudo no ser una novela sino un reportaje, tomando en cuenta el voltaje de su denuncia y la plausibilidad del contexto en que se desarrolla esta desgarrada historia de amor y pérdida. La conspiración que propone el autor (inhumana experimentación farmacéutica en Africa a cambio de medicamentos contra el sida) no suena precisamente a Michael Crichton, sino al diario de la mañana.

Entiendo que Le Carré fue espía. Ahora bien, el fin de la Guerra Fría, lejos de matar el género, como se esperaba, le inyectó una vitalidad dramática casi shakesperiana. Al mismo tiempo, lo infectó de verismo al hacer convivir la ficción con inevitables documentos reales, como las memorias de ex agentes de la KGB, MI6 y, últimamente, la CIA ("Syriana", gran libro y gran película, cuyo arribo también espero con ansias).

Hay que mirar con atención el género, ya que está lleno de claves de la realidad visible e invisible. Después de todo, ¿no fue la CIA la que engendró a Bin Laden? El dibujante de Batman acaba de declarar que en estos tiempos no tiene sentido que el encapuchado solipsista luche contra el Guasón, existiendo la amenaza mundial del terrorismo islámico. Amenaza que ha recrudecido en los últimos días luego del episodio de las caricaturas de Mahoma, supuestamente ofensivas, publicadas por unos pocos medios europeos. No deja de llamar la atención la tibia respuesta de la Unión Europea, por lo visto demasiado dispuesta a pedir perdón y aun a promover la censura legal para evitar futuras ofensas al Islam que pudieran resultar onerosas. En esa mansedumbre, que traiciona los más caros principios occidentales de convivencia -por ejemplo, la libertad de prensa- hay, sin duda, miedo a posibles atentados y, tal vez, indicios de decadencia cultural y política.

Curiosamente, el mundo árabe, en cuanto tema de debate, goza en Occidente del blindaje que da la pertenencia a los fétidos repertorios de la corrección política "progre". Ante esto, las atendibles filípicas de Oriana Fallaci, por ejemplo, sólo pueden ser desquiciadas y racistas. Europa -que presumiblemente aspira a ser algo más que un museo al aire libre para turistas yanquis- sacó, por lo visto, lecciones equivocadas del incidente.

Luis Alberto Maira

3 Comments:

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