Tuesday, March 14, 2006

Chile profundo


Publicado en El Sur el 25 de febrero de 2006

En La Serena, en estos días, todo es paz y tranquilidad. El peak veraniego ya pasó. Y aunque el tiempo ha estado espectacular, con un sol cuyo beso se reanuda sin falta cada mañana, el grueso de los veraneantes ya emigró.

El descanso se perfecciona con un paseo al Valle del Elqui, cuyas vistas majestuosas rozan lo imposible. Por otro lado, la obra del hombre no deja de impresionar: el embalse Puclaro, con su vertiginoso mirador -suerte de muralla china a escala- y un arpa eólica que emite ininterrumpidamente una nota musical con un sospechoso matiz new age. Y, ya en pleno Valle, los geométricos parronales de la industria pisquera.

La onda esotérica y la palabrería holística informan el marketing no oficial del Valle. En Pisco Elqui almuerzo con mi familia en un restaurante pretendidamente macrobiótico y rústico, en el que, en realidad, se puede comer cualquier cosa, pero con los adjetivos "natural" e "integral", a veces puramente nominales. El dueño, un tipo joven, se disculpa de no aceptar pagos con tarjetas de crédito o Redbanc aduciendo que "estamos en el Chile profundo". Le perdono la frase, pensada, sin duda, para impresionar a gringos engrupidos -que abundan en el lugar-, porque el tipo me revela las coordenadas del mejor pisco de la zona, uno casi desconocido que todavía no está industrializado y que es completamente distinto de todo lo que uno ha probado. Por desgracia, el día expira y ya tenemos que volver a Serena: la búsqueda se suspende hasta otro momento, acaso hasta otro año.

La añoranza de todo lo anterior me muerde fuerte en Viña del Mar mientras me achicharro en el auto, en uno de los tantos tacos provocados por la locura del Festival. La ciudad está colapsada y la existencia extrafestivalera no es viable. El Festival nunca le ha dado tregua a esta ciudad que conoció tiempos mejores y menos saturados de ruido, propaganda desmesurada, impertinente marketing directo y todo aquello que puede afear para siempre una franja costera paradisíaca, donde el mar todavía conserva ese característico olor a yodo que no he sentido en ningún otro lugar marítimo del mundo.

Después de leer un libro sobre la vergonzosa década de los ochenta, me convenzo de que se podría escribir una historia completa, entre secreta y bufa, de esta ciudad, solamente a partir del Festival y su dudoso legado, fiesta odiada y amada que tiene una persistencia sólo comparable a la contaminación radiactiva.

Cubrí el Festival durante casi una década, y lo cierto es que todavía me estoy recuperando de ello. Es un ambiente duro, carnívoro, donde afrentas brutales como la inferida hace unos días a José Feliciano, por reporteros de ocasión que lo trataron casi de cadáver musical, son algo cotidiano. Ese placer ante la caducidad (real o presunta) del prójimo, y sobre todo de los que alguna vez gozaron del favor del público, es, para mí, el Chile profundo. Y no está en el Valle del Elqui, sino en el corazón de todas nuestras ciudades.

Luis Alberto Maira

1 Comments:

At Thursday, 01 March, 2007, Anonymous Anonymous said...

What a great site Tongan coat of arms

 

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